Cultura en casa: El hacer insondable

Petrona Viera

Fecha

Martes, 7 de abril de 2020.

Petrona Viera supone una compleja deriva en tanto sujeto de investigación y confrontación estética. Conformando el más extenso núcleo de obra conservado en la colección del MNAV (1001 obras), durante casi 50 años desde la donación familiar al Museo, su obra estuvo siempre exhibida en el conjunto de artistas uruguayos. En los últimos años el interés por su obra ha venido incrementándose como lo atestigua la exhibición de sus xilografías. Sin embargo, esta es la primera exhibición monográfica, motivo de interés y análisis expositivo y conceptual. La dificultad de su abordaje pendula entre ciertas construcciones que tanto la definen como «la primera pintora profesional de nuestro país», como la dejan al margen del análisis profundo dentro de la Historia del arte nacional. Interesante pero secundaria, conocida pero ignorada en fermentales etapas, la obra de Petrona parecería destinada a ser definida en función de otros (hija del presidente, la discípula de Laborde y Rodríguez) y a un rol hasta cierto punto anecdótico en una constelación de planistas. La «pintora de niños», casi niña ella en la hiperintegrada mirada de sus contemporáneos, la «simpática mujercita» sumariamente reseñada en las páginas de Mundo Uruguayo, merece una revisión de esos reduccionistas absolutos a los que se la asocia, en una muestra que propone un acercamiento al variado corpus creativo, de un mundo devorado y reinterpretado por la mirada personal y penetrante de esta artista fundamental, destinada a dejarnos más interrogantes que respuestas.

María Eugenia Grau / Verónica Panella, curadoras.

Petrona Viera
Nace en Montevideo, el 24 de marzo de 1895. Su padre, el doctor Feliciano Viera, fue una de las figuras más gravitantes en la esfera partidaria y gubernamental, contribuyendo al impulso modernizador que atraviesa el país en las primeras décadas del siglo. Hija mayor de once hermanos, Petrona padecerá a los dos años de una enfermedad que la dejará sorda cuando estaba empezando a hablar; punto de arranque de una vida poco común, donde la comunicación artista- mundo se producirá principalmente a través del microcosmos familiar, como lo atestiguan los motivos de sus obras.

Comenzará su formación artística con el pintor Vicente Puig, quien al poco tiempo se radicará en Buenos Aires. Iniciará entonces un largo proceso de formación y consolidación pictórica con Guillermo Laborde, contacto que abarcará casi veinte años de una trayectoria artística de cuarenta. A diferencia de muchos plásticos de su época, no asistirá a clases en el Círculo Fomento de Bellas Artes, ni tendrá el estímulo de cursos en el exterior. Con Laborde, Viera entra en la corriente planista, experiencia estética introducida por Cuneo, pero que casi todos los jóvenes pintores en la década del veinte al treinta atraviesan, aunque en el caso de Petrona se extenderá aproximadamente diez años más. La crítica colocará las obras de este período entre los puntos más altos de su producción, que se caracteriza por grandes pinceladas de color sin modular, luminosidad y cromatismo. Sus motivos son variados y seriados: retratos familiares, juegos infantiles, paisajes y una serie de desnudos, óleos en su mayoría.

Su período planista se perpetúa aproximadamente hasta 1943, donde Viera incursiona por diversas técnicas: óleo, acuarela, grabados sobre madera y metal con el apoyo del profesor y pintor Guillermo Rodríguez. Esta etapa se prolongará hasta su muerte, en 1960.

 

 

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