Fecha
8 de abril de 2022
Una nueva aventura lleva al artista al CAAC de Sevilla donde desglosa su personal visión sobre Filipinas. Recorremos las salas junto a él. Y viajamos al pasado para regresar al presente
Dice Antoni Muntadas (Barcelona, 1942) que todos sus proyectos empiezan siempre con una idea, con una palabra, y que después vienen las imágenes. Y no se crean, que este pionero del media art encuentra muchas de ellas en la Public Library de Nueva York, en un archivo “en papel” que puede llevarse prestado a casa. “Espero que esta colección sobreviva a internet. Es un lujo sentarse a tocar y mirar”. De una de esas sentadas salieron algunas de las estampas de galeones que nos dan ahora la bienvenida en Ejercicios sobre memorias pasadas y presentes, su nueva exposición en el CAAC de Sevilla, un viaje de ida y vuelta a Filipinas, donde se presentó parte del proyecto en el Ateneo de Manila, de la que el galeón es su metáfora central.
Estamos acostumbrados a ver a Muntadas en estas páginas, con exposiciones como las del Museo de Bellas Artes de Bilbao (2021), en el CGAC de Santiago (2020) y el Artium de Vitoria (2019). En todas ellas interpelaba directamente al contexto en el que se inscriben, de las calles vacías de Bilbao al cabo Finisterre. Trabaja siempre en proyectos que implican largos periodos de investigación y muchas preguntas, las mismas que vemos en una de las obras de esta exposición: ¿Quién? ¿Qué? ¿Por qué?… ¿Cuánto cuesta?
“En los setenta algunos artistas decidimos que el estudio no era importante, trabajamos donde estamos”
A caballo entre Nueva York, Barcelona, Venecia y un largo etcétera, se define como artista postestudio, “en los setenta algunos artistas decidimos que el estudio no era importante, que trabajamos donde estamos, el tren, la mesa del hotel o una residencia artística. Hay siempre un elemento nómada pero también una revalorización del contexto. No viajamos para ir a una inauguración sino para trabajar”. Es esa faceta de “artista viajero” la que añade en la muestra una nueva cosmogonía a las 9 con las que la comisaria Daina Augaitis radiografió su trabajo en el Reina Sofía en 2011. Y la que conecta en este montaje sevillano algunos de sus trabajos más antiguos (acciones de los setenta) con sus últimas investigaciones.
El espectador puede elegir el orden en el que deambular por las salas, empezando por el nuevo proyecto de Filipinas o por los trabajos previos en torno a la idea de viaje. Muntadas recomienda la primera opción y nosotros nos dejamos llevar por este guía de excepción, atento y didáctico (todavía es profesor en el Laboratorio di Arte Visiva de la IUAV, en Venecia: “Me gusta mantener relación con los jóvenes, aprendo mucho”). Y así, pasando por varias imágenes de galeones, mapas históricos traídos del Archivo de Indias y hasta un “Guernica” filipino del artista Manuel J. Ocampo (la etiqueta es de Muntadas), llegamos a los “tres presentes” (u ofrendas) que dan forma a la propuesta.
“…distintas plantas viajaron desde México hacia Filipinas en el galeón de Manila… aquí crecieron y sus efectos fueron invasores, de ahí el nombre de malas hierbas…”, escribe Muntadas en la pared para introducir el primero de los apartados. Habla de las plantas que se llevaron al país asiático y que acabaron con parte de la flora local. Y lo hace creando una escenografía con una mesa de banquete y una vajilla que ha diseñado con distintos ejemplares de plantas acompañadas por sus nombres en distintos idiomas, español, tagalo, latín… y por ilustraciones botánicas en las paredes. “Me interesaba hacerlo en La Cartuja porque inicialmente los platos se producían aquí para el consumo después en Cuba y Filipinas”.
En cada uno de los apartados las obras contemporáneas dialogan con tino con piezas históricas. Los carteles de comienzos del siglo pasado de las fiestas de la primavera son una verdadera maravilla y un buen ejemplo de “la colonización inversa”. Los mantones de Manila, producidos en China, llegaron a España desde Filipinas, en los siglos XVI, XVII y XVIII y han terminado convertidos en auténticos clichés de lo español, lo flamenco y lo castizo (“¿Dónde vas con mantón de Manila? ¿Dónde vas con vestido chiné?”, tararea Muntadas mientras recorremos la sala).
“La iconografía de los mantones originales se apoya en distintos ejemplares de flora y fauna y quise tomar distancia y realicé 15 mantones bordados en Filipinas que fueran una historia del país”. Crea con ellos una paleta de vistosos colores que arranca con la Batalla de Mactán, en la que murió Magallanes, y llegan hasta la brutal guerra contra las drogas que ha liderado el presidente Rodrigo Duterte. Hay también 3 abanicos, uno chino, uno filipino y uno español, traídos del Museo de Artes y Costumbres de Sevilla.
“El tercer presente –explica Muntadas– es el más complejo: afrontar la situación de Filipinas hoy, con una población migrante fortísima y muy global, que está en ciudades como Nueva York, Dubai o Atenas y se dedica principalmente a los cuidados. Decidí dedicarle un monumento a diez de estas personas, gente anónima trabajadora, migrante que ha estado trabajando para la comunidad sin ningún reconocimiento. Personas reales que encontré con la ayuda de una red de contactos”.
A ellos les dedica sus monumentos portátiles, 10 monedas con su efigie en una cara y el lugar donde viven en la otra. “En el fondo estoy hablando de monumentos –aclara– un tema sobre el que he pensado mucho. Se dedican siempre a políticos, militares, poetas, y es necesario revisarlos, por eso no he querido nunca hacer obra pública permanente, siempre temporal. Para mí estas monedas son monumentos, pero horizontales y portátiles. Son un reconocimiento”.
“Estos monumentos portátiles están dedicados a la población migrante filipina, que es fortísima y muy global”
Atento siempre a las palabras que emplea, transitar, traducir y transmisión son algunas de las que, impresas sobre los bancos del pasillo, atraviesan las salas a modo de espina dorsal. Inciden en esta idea de viaje y sirven de transición hacia la parte de obras anteriores del artista. En ella, dos vídeos realizados en espacios fronterizos nos hablan de las heridas abiertas entre México y EE.UU. o el sur de España y el norte de Marruecos.
“Preguntaba a perfiles muy distintos, de un lado y otro de la frontera sobre cuáles eran sus miedos. El miedo del Sur es muy diferente al del Norte. El del Norte tiene que ver con lo desconocido, con no hablar la lengua, con posibles situaciones de inseguridad… Y el del Sur hacia el Norte es el miedo al poder, a la autoridad, a ser deportado, a la ilegalidad. Los procesos de investigación toman su tiempo. Uso mucho la entrevista, un género deteriorado, preguntar a alguien sobre cosas que no sé”.
En el segundo de los vídeos, On Translation: Miedo / Jauf (2007) se añade, además, el tema árabe y la idea de cómo se percibe el islam desde fuera. “El malo de la película es siempre el árabe”, apunta una de las voces entrevistadas.
Hay más piezas relacionadas con la idea de contexto y de viaje, la más antigua de todas ellas contiene en una vitrina documentación –fotografías, dibujos, manuscritos, recortes de prensa– sobre los viajes de Muntadas por Latinoamérica en los setenta. “Vivía en Estados Unidos y me invitaron a hacer una misma acción en distintos países. Proyectaba sobre mi tórax desnudo una imagen que era como una pantalla y amplificaba el sonido de mi respiración en toda la sala, algo que tenía que ver con la idea de existir y que se recibía de una manera muy distinta en cada lugar”. Así viajó por tierra, mar y aire (“en un avión militar con vacas y todo”, recuerda) y se enteró de la muerte de Franco entre Argentina y Bolivia.
España va bien, Brasil… Tudo bem, Tudo bom!, Venezuela ¡Dicho y hecho!… el recorrido se cierra (o abre, según el orden de la visita) con una selección de conocidas frases populares en distintos países. Las serigrafías están producidas en cada uno de ellos, es decir, donde fueron pronunciadas. Palabra, imagen, contexto y viaje, de nuevo.
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